El aceite de oliva virgen extra puede solidificarse o congelarse a bajas temperaturas y presentar un aspecto grumoso, con pequeñas bolitas que se precipitan al fondo de la botella y quizás se vea un poco turbio. Si observas que este proceso ocurre con tus aceites, ¡no te preocupes! Te sugerimos que lo acerques a una fuente de calor, que de a poco le subas la temperatura y vas a notar como lentamente vuelve a su estado natural.
Cuando comienza el frío y baja la temperatura ambiente, los ácidos grasos saturados presentes en el AOVE pueden cristalizarse, haciendo que el aceite se solidifique. Este proceso es similar al congelamiento del agua que se convierte en hielo. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el aceite de oliva congelado sigue siendo seguro para consumir y recupera su estado líquido normal una vez que se calienta a temperatura ambiente o se somete a un ligero calentamiento.
Si tu AOVE se ha congelado y te gustaría volver a consumirlo, simplemente déjalo a temperatura ambiente o a fuego mínimo en un recipiente resistente al calor.
Cuando el aceite de oliva virgen extra se congela, puede experimentar algunos cambios en su apariencia y textura, pero generalmente mantiene la mayoría de sus propiedades y beneficios para la salud. El frío no afecta su calidad ni su valor nutricional, ya que los cristales se disuelven nuevamente cuando el aceite se descongela.
Te sugerimos almacenarlo adecuadamente en una botella bien cerrada y en un lugar fresco y oscuro para mantener su frescura y calidad a largo plazo.
Despertá tus sentidos y transformá tus platos a otro nivel. Un sabor auténtico y salud en cada gota.